Baobab pidió un cambio

Reforma Baobab

Baobab pidió un cambio. Y le fue concedido.
Pero los deseos no se complacen porque sí, sin más, sin sentido. Todo tiene una razón y un impulso. Todo tiene un proceso. También los cambios. Y hasta el que parece más superficial, el estético, merece atención.

Marie Cloude Tourillon. La artesanía del espacio —

Como Baobab quería ser más Baobab, como pedía autenticidad y a la vez sentido práctico, atrevimiento tranquilo, frescura con calma, energía y madurez, un acercamiento a su espíritu más natural, una espontaneidad cercana, pues le fue concertada una cita con Marie Cloude Tourillon. Arquitecta. Canadiense, de Montreal, pero enraizada en Biescas. Alegre, positiva y entusiasta. Muy fan de la escalada y de la actividad social, pero también de la calma y la soledad. Con experiencias muy diversas a sus espaldas en el desarrollo de proyectos arquitectónicos, afrontar el reto de reformar Baobab, con todos sus deseos, ha sido una de las experiencias más enriquecedoras que recuerda.

¿Cómo es Marie Cloude Tourillon arquitecta?

Me encanta tocar todos los aspectos de mi trabajo, no me especializo. Me gusta el trato con los clientes, el hecho de que alguien me cuente lo que quiere o necesita o ha soñado y poder trabajar con ello para que acabe convirtiéndose en algo que se puede ver y tocar. Si trabajara sólo en el plano teórico, me faltaría algo; materializar el proyecto. Disfruto de todo el proceso, incluso de la parte de supervisión de obra porque me permite entender que puede haber otras opciones o tener en cuenta aspectos que no había previsto. La arquitectura es la creación del continente, no incluye necesariamente los pequeños detalles, pero para mi es óptimo llegar a ese nivel. El trabajo global es lo que más me llena.

¿Qué te pidió Baobab?

El deseo más práctico y claro era el “fresh bar”, que permitía ampliar horarios y ofrecer servicios nuevos. Era un motivo para evolucionar, para crecer. La idea más etérea, más profunda, que planteaban las 4 personas responsables del Baobab era que el local les representase, trasladar al espacio lo que habían conseguido con la imagen gráfica. Y a la vez, surgió la posibilidad de ampliar el local, con lo que una reforma puntual se convirtió en un planteamiento más profundo. Estoy acostumbrada a clientes individuales. Trabajar con 4 personas fue un reto. La energía era muy interesante, porque me permitió enriquecerme con todo el proceso, con las aportaciones de esas 4 personas. Para mi, el diseño no es encerrarme sola y llegar con una solución. Fue un lujo contar con tiempo para hacer las cosas con calma. Hoy día es difícil de conseguir. Entendieron muy bien que es un proceso que busca un resultado pero que el camino está abierto a la exploración. Querían formas orgánicas, mesas más redondas, curvas… lo intentamos, pero partíamos de un local con características determinadas. Así que esas intenciones se plasmaron en pequeños detalles: suavizando aristas, creando formas no agresivas, utilizando materiales naturales como la arcilla en las paredes, buscando artesanía en las baldosas frente a la barra. Si os fijáis, no hay dos iguales. El color fue lo más fácil. Está muy presente en la imagen gráfica: atractivo, con energía y calma a la vez, que transmitiera madurez pero también frescura… Nos permitimos atrevimiento en el colorido y en las texturas. Nos lanzamos. Y agradezco que me ayudaran a hacerlo. Además, no creo en los proyectos cerrados. Es importante que dejen lugar a la evolución, tienen que estar vivos.

¿Tiene mucha importancia el espacio a la hora de comer?

Es importante, pero no puede llevarse el protagonismo. Lo que me gustaría escuchar de la gente que pase por el restaurante es que han estado a gusto. Tiene que haber una coherencia entre la comida, el servicio y el ambiente. Debe ser un todo, pero transmitirlo de forma inconsciente, sin que se note. El objetivo no es que la gente comente “¡guau! vaya diseño”. El telón de fondo acompaña, pero no debe ser lo más importante. Otro aspecto es que el diseño del espacio es importante a la hora de funcionar. En Baobab trabaja mucha gente cada día y hay que ser prácticos. Entre las aportaciones de todos, encontramos el equilibrio entre el riesgo, la contención y la practicidad.

¿Qué es lo que has intentado transmitir en la reforma de Baobab?

No puedo definirlo en pocas palabras. Querían encontrar cosas que les motivaran, pero no buscaban un diseño de moda. Su proceso era muy honesto. No se trata de salir en revistas porque la decoración sea lo que se lleva. Este restaurante está llevado con mucho cariño y con mucha pasión. Ponen muchísima energía y reflexionan mucho sobre cómo mejorar. Están muy entregados al proyecto y a mi no me costó implicarme. Me encanta ese entusiasmo. Transmite una energía muy positiva. Por eso, he querido crear un espacio al que no se le puedan poner adjetivos. No es una cadena. Hay sólo un Baobab. Pues que el local también sea único, sin seguir tendencias. Auténtico y hecho con cariño. Si lo sienten suyo, ahí está el éxito, porque lo que querían era un local que finalmente les representara.

Y tú, ¿qué te llevas de Baobab?

Me llevo un recuerdo maravilloso de este trabajo. Mi trabajo es traducir unos deseos, unas ideas en algo material. Pero para crear un todo coherente no hay una receta. Hay que conversar, debatir… Eso permite llegar más lejos. De hecho, mi trabajo no es traer mis ideas a las casas o locales de los demás, sino llevar sus ideas más allá. Y en el caso de Baobab, me han permitido ir más allá de mis ideas. Me han permitido vivir intensamente el proceso y eso me ha permitido aprender más.

¿Nos cuentas algún truco de tu trabajo?

Me gusta respetar elementos que tienen un valor sentimental. Aunque yo no los haya escogido ni les vea encaje inicialmente. En Baobab me ha pasado con algunos objetos. Por ejemplo la lámpara de la entrada con forma de ajos. Mi primera reacción al oír que les gustaría conservarla fue “ya veremos”. Pero al final, me pareció interesante no partir de cero. Lo preexistente, si tiene un valor sentimental por lo que sea, es un ingrediente más con el que trabajar.

Nos queda claro. Marie Cloude se siente satisfecha con el resultado. Como Mary Poppins cuando ha acabado su trabajo y se va: Siento que hemos conseguido esa mezcla de impacto, con frescura pero sin pasarse. Natural. Es lo que entendí que era su Baobab.

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