Lo cotidiano en Baobab. Entrevista a Bea

Soy Bea. Todo el mundo me llama así. Soy trabajadora social, monitora de educación ambiental y animadora sociocultural. Pinto. Me encanta nadar y leer. Soy una persona inquieta y muy activa. Me gusta probar cosas diferentes, tener nuevos retos y no estancarme. Por eso no dejo nunca el inglés, aunque se me resista. Estoy contenta con mi vida y con lo que me queda por hacer.

Dont’ pannic, que si Bea revolotea alrededor, la vida será una aventura impredecible. Cualquier cosa menos aburrida. Como una montaña rusa pero sin el recorrido previsto. Como un huracán de risas y palabras, cuenta que hace unos meses estuvo de Erasmus en Holanda y le deshauciaron del piso de alquiler en el que vivía con unas compañeras.

“Don’t pannic!!!”, le gritaban los policías mientras recogía sus cosas. ¿Conclusión? Mejor viajar con poco equipaje. Además, ¿pa’ qué? Si luego se va de viaje y se olvida en casa la llave de la maleta… Consiguió abrirla con unas pinzas de depilación. Como McGiver, pero sin chicle. No es de extrañar que se considere especialista en buscar el lado positivo de las cosas. ¡Y en encontrarlo!

Bea es militante del anti-consumismo. Una basurillas, dice. Y es que ¿para qué vas a comprarte un montón de ropa si puedes tener un armario lleno de experiencias? Lo de Bea es trepidante. No escoge, porque prefiere probarlo todo. Pinta su vida en multicolor. Porque pinta. Cada semana va a un taller a perfeccionar una de las aficiones que más le llenan de energía y a la vez le relajan. Sí sí, conoce el concepto “relajación”.

Por eso también le encanta nadar. Y por eso, en medio del estrés que supone un restaurante lleno de gente, se puede permitir el lujo de repetirles a sus colegas en Baobab: “sed como juncos huecos”. Y el huracán hace una pausa. Un breve silencio. Y después continúa con su risa.

Cada día es distinto de los demás: conociendo a gente nueva, difrutando del ambiente del trabajo, descubriendo la ternura de un abuelillo que vuelve de propio para darle en mano la propina sonriendo “tén, es para ti”. Pero no quiere hacerse rica. Quiere tener tiempo para vivir. Prefiere trabajar en algo donde esté a gusto y pueda desarrollar su potencial. Y no planifica. Mucho mejor improvisar y no perderse nada –pero nada– de lo que le depara la vida, que de momento, le ha llevado por caminos muy divertidos. Ya hemos dicho que prefiere no escoger, ¿no?. Pues a la espera de hacerse mayor, va probando: monitora en una granja escuela, trabajadora social, animadora socicultural en prácticas o camarera en Baobab. Nada es para siempre y su próximo reto es irse de cooperante a suramérica. Como los retos no se le resisten, excepto el inglés que es un eterno de su lista, y es aragonesamente tozuda, pues se irá, seguro. Y después, véte a saber. Normal que quienes la conocen la ven un poco loca, en plan original. No sería la típica princesita del cuento, vaya. Más bien, buscaría un personaje con sentido común y autosuficiente que revolucionara la historia. Pero ¡qué digo! ¿Escoger un solo personaje? Ni hablar. Bea sería el cuento entero y si a fuerza de intentarlo ensancha suficientemente la vida, sería ¡la biblioteca completa!

Justo antes de empezar a trabajar, la vereis intentando comer tranquila, disfrutando del café con pausado encanto. No es que esté disimulando, es que a veces, también para.

Hay que reponer fuerzas. Si sois valientes, atreveos a preguntar qué puede deparar el día.

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