Lo cotidiano en Baobab. Entrevista a Fran

Fran Baobab

Soy Fran. Una persona normal, trabajadora. Soy padre de familia, de la calle. Sin nada en particular. Me gusta hacer mi trabajo lo mejor que puedo y disfrutar de la vida con la familia y los amigos. Cada uno tenemos nuestras peculiaridades, nuestra forma de ser. Pero yo no me considero nada especial.

Con esta descripción de si mismo, podría parecer o bien que Fran es una persona sin autoestima o bien que ejerce una falsa modestia. Pero ni uno ni lo otro. Que no. Que es normal. Y ya está. No es excéntrico, ni tiene aficiones sorprendentes, ni ha tenido una vida llena de aventuras trepidantes, ni tiene sueños imposibles de cumplir.

Fran sueña con compartir con la gente a la que quiere esos momentos maravillosos que nos regala la vida de forma cotidiana. Y desprende el encanto especial de la aceptación de la normalidad. Que no es lo mismo que el conformismo, ni que la indiferencia, ni que la resignación. Fran se esfuerza cada día por dar lo mejor de si mismo.

Con 37 años, es consciente de que no es el alma de la fiesta. De tan tranquilo que es, pasa desapercibido. Pero él disfruta de la vida. De cada momento. A fuerza de trabajar en hostelería, se ha convertido en un verdadero especialista en sobrevivir. Y en vivir. Por eso valora especialmente el esfuerzo de la gente.

Se siente enormemente orgulloso de su hija cuando participa en los campeonatos de patinaje. Y una parte de los trofeos también la siente suya y de los momentos en que la ha animado a continuar, luchando por lo que le gusta.

Y por lo demás, pues bueno… que no, que no considera que haya hecho nada especial de lo que estar tan orgulloso. Ni empezar de cero en Mallorca buscándose la vida en restaurantes. Eso es un reto, dice. Los verdaderos superhéroes no están ni en los cómics. La gente que se va a otro país sin posibilidad de mirar atrás. Las madres con niños enfermos que se enfrentan cada día a esa realidad. Fran querría esos superpoderes.

Pero de repente, la llama se enciende y ese personaje tranquilo, demuestra su carácter. Lo reconoce. Tiene mucho genio cuando se enfada. Lo aprovecha bien en la cocina de Baobab, donde trabaja hace casi un año, porque ese fuego va muy bien para aguantar el ritmo estresante. Fran transforma su genio en energía positiva. Y entonces se entiende que se describa de color rojo contundente. Se enciende. Para calmarse de verdad, piensa en el mar.

Cuando vivía en Mallorca, iba a mojarse los pies aunque fuera invierno para mirar al infinito y simplemente contemplar las olas romper. No es de sonrisa fácil, pero se echa unas risas con sus amigos, los del instituto, que le llaman Paco y que no ve tan a menudo como querría. También sonríe con los niños y -un secreto- es el más niño de todos cuando compra juguetes. Toca todos los botones de colores que encuentra. Y si hacen ruido, mejor.

También canta, le encanta el rock y Frank Sinatra, aunque desafina tanto que los compañeros de cocina le hacen callar. No entiende como no le envían a Eurovisión.

Fran tiene sentido del humor. No sería el protagonista de un cuento, ni siquiera el villano. Pero se pide ser su ayudante. Por cambiar. Y ¿a quien invitaría al Baobab? Pues ¡a un carnicero! Para que viera el otro lado. Cachondo, el hombre normal.

Pues eso, que si sabéis de la importancia de la harina en un pastel (que no es la guinda, però sin ella no hay masa), Fran es vuestro hombre. Entre fogones está.

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