Lo cotidiano en Baobab. Entrevista a Teresa

Teresa Restaurante Baobab

 

¿Que me presente? Pues no me gusta definirme a mi misma. Prefiero que lo hagan los demás. Lo que puedo decir es que no soy normal, porque nadie lo somos. Todo el mundo tiene algo de perro verde. La idea de las redes sociales me resulta incomprensible. Prefiero el contacto directo, no con gente que está a kilómetros de distancia. Lo que más me inspira es leer.

Pues así es la presentación de Teresa. O quizás mejor decir la no-presentación. Se siente rara respondiendo preguntas sobre si misma y preferiría mil veces que hablaran de ella los demás. Pero poco a poco, va soltando prenda. Que si no es muy habladora pero depende de con quien; que si le gusta pasear por la montaña, aunque hace tiempo que no lo hace; que si le gusta mucho dormir, que si tiene pendiente hacer un viaje a Turquía… Hasta aquí, normal, ¿no? Pues no, porque si hay algo que tiene muy claro esta misteriosa camarera del Baobab es que no hay gente normal. Todos tenemos nuestras cosas raras, especiales. No hay gente sencilla y se engaña quien lo crea.

Quizás por eso le gusta la gente que no se adapta a los cánones de la sociedad. La que no entra dentro de los esquemas. Y dice que conoce a unos cuantos.

Es algo vergonzosa, no muy extrovertida. Por eso es fácil adivinar que no canta en público, ni tararea, porque dice que desafina. Pero le encantaría poder tener voz para atreverse con un «soul». A lo que sí se atreve es a viajar… De hecho, escogería el superpoder de volar. Y no para llegar más rápido a los sitios, sino para poder disfrutar del trayecto, contemplando la tierra desde lo más alto. Por el momento, se conforma con haber conocido Grecia; su mar transparente, sus islas solitarias, su idioma y la gente que vive la vida en la calle. Por eso le encantaría poder invitar al restaurante a alguna de las amigas que hizo allí. Pero como no puede irse volando por ahí, pues lee. Que es otra forma de viajar y de conocer.

Al azar, recomienda ‘Pedro Páramo’ de Juan Rulfo o ‘Las ciudades invisibles’ de Italo Calvino.

Pero hay tantos… La lectura le inspira, pero no le anima a escribir. Para eso es más bien perezosa. Y asegura que le falta fuerza de voluntad cuando tiene que tomar decisiones importantes. O también para levantarse. No se lo digáis a nadie pero a veces, el despertador tiene que sonar 4 ó 5 veces antes de que se ponga en pie. Por eso lo programa media hora antes. Está consiguiendo ser más disciplinada, pero mientras, admite que le gusta dormir, aunque le gustaría dormir menos para hacer otras cosas. Pasear por la montaña, por ejemplo. A Teresa le gusta más la naturaleza que la vida urbanita, por eso se ve en un pueblo pequeño dentro de un tiempo. No es plan de irse de asceta a una ermita. La soledad, en su justo término. Aunque vivir en una gran ciudad no asegura nada. Teresa, que si es especialista en algo es en observar a su alrededor, es consciente de la cantidad de gente que está completamente sola mientras está rodeada de una multitud.

Teresa sigue sin presentarse. Le encantaría que la vieran como alguien solidaria y consecuente. Así intenta ser. Admitiendo las contradicciones que todo el mundo tenemos. Por el camino, disfruta de su trabajo. Porque cada día atiende a gente distinta, todo el mundo con su historia. Ver como disfrutan de ese momento y poder formar parte de él es lo mejor de ser camarera.

Que ya sabéis: somos perros verdes sin excepción. Palabra de Teresa.

 

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