Casi no he podido contemplar con calma como se iba la primavera y llegaba el verano.
Aparece de golpe, abatido por la espera, arrasando, pasional y con tanto ímpetu que a veces apetece frenarlo.
Arrolla hasta secar las lágrimas, solo busca hacerse presente, enseguida los colores son más vivos, las telas de la ropa más ligeras, la vida se revoluciona.
Frunzo el ceño al mirarle de frente porque me ciega, me lleva al recuerdo de los felices veranos de mi infancia. Baobab lo acoge con energía y nos regala la frescura de sus platos. —