A través de las emociones percibimos el mundo.
Nos sirven de brújula para ver cómo nos orientamos en la vida, qué es lo que evitamos, qué es lo que buscamos, en qué punto estamos y hasta dónde queremos llegar.
Las emociones, tienen una función adaptativa y de aprendizaje, son como nuestro termómetro, nos ayudan a saber qué es lo que queremos o no en nuestra vida.
Podemos vestirnos con el traje del enfado, del miedo o de la alegría. Podemos ponernos rígidos y juzgar a quienes piensan diferente, podemos poner límites y sostener situaciones sin que nos arrastren y nos desmoronen. Podemos hacernos cargo de nosotros
mismos y responsables o podemos seguir responsabilizando a otros.
Las emociones van de la mano de los estímulos, varían según la persona y la situación que estemos viviendo.
Los estímulos movilizan nuestro organismo, nuestro cuerpo, nuestros sentimientos.
Con la alegría nuestro cuerpo se expande, el miedo nos paraliza, nos prepara para la huida o el ataque.
Emociones y pensamientos se retroalimentan, un pensamiento pesimista nos lleva hacia
la tristeza a pensar “que nunca podremos hacerlo mejor, o que nunca seremos capaces“.
Mi propuesta para este menú, es que aprendamos a reformular nuestras creencias, a flexibilizar nuestras emociones, a
escuchar nuestro cuerpo, a pedir ayuda si la necesitamos, si queremos podemos.
Buen provecho.